Author: Giant Rabbit

Libre del miedo y la violencia

Elbia* llegó a la frontera entre Estados Unidos y México en 2015 cuando solo tenía 23 años. Vino a Estados Unidos en busca de refugio después de soportar años de abusos brutales por parte de su esposo en Guatemala. Elbia había sido golpeada tan duramente por él que había desarrollado entumecimiento crónico en un lado de su cuerpo. Su ciudad natal no tenía fuerzas policiales para ayudarla y no había lugar en Guatemala donde pudiera encontrar seguridad. Así que Elbia escapó, forzada a dejar atrás a su hijo, y realizó el difícil viaje por el desierto mexicano hasta la frontera con EE. UU.

Cuando fue entrevistada por la patrulla fronteriza, no reveló el alcance completo del abuso que había sufrido en Guatemala. Sufría un trastorno de estrés postraumático y no se sentía segura para compartir su historia con el agente fronterizo. Aunque nunca había cometido un delito de ningún tipo, el gobierno de EE. UU. inexplicablemente la consideró como un riesgo de fuga. Fue enviada a un centro de detención en Eloy, Arizona, y cargada con una exorbitante fianza de $20,000.

Las condiciones en el centro de detención en Eloy son notoriamente malas, y la corte allí es particularmente hostil con los solicitantes de asilo. Más del 94 por ciento de las solicitudes de asilo presentadas ante el tribunal de inmigración de Eloy son denegadas. Elbia pasó más de un año encerrada en Eloy, incapaz de irse y separada de su pequeño hijo.

Sin embargo, Elbia tenía una ventaja: un equipo legal que luchaba por ella. Los solicitantes de asilo con abogados tienen cinco veces más probabilidades de ganar sus casos que aquellos sin abogados. No obstante, las personas que se encuentran en procedimientos de deportación no tienen garantizado el derecho a un abogado, y es excepcionalmente difícil encontrar representación legal tras las rejas. Como resultado, el 86 por ciento de los miles de inmigrantes y solicitantes de asilo encarcelados en centros de detención se ven obligados a navegar solos por los complejos procesos legales.

Elbia pasó innumerables horas trabajando con su equipo legal para preparar su caso. Sus abogados también lograron obtener amplios testimonios de testigos expertos que pudieron dar fe de la prevalente violencia doméstica en Guatemala y la escasez de recursos disponibles para mujeres indígenas como Elbia. Después de meses de preparación y agonizante incertidumbre, en la primavera de 2017 el asilo de Elbia finalmente fue concedido sobre la base de violencia doméstica.

Como asilada, Elbia pudo solicitar que su hijo se reuniera con ella en Estados Unidos. Se han reunido y ahora viven seguros con el hermano de Elbia en Virginia. Ella y su hijo finalmente están construyendo su nueva vida juntos, libres del miedo y la violencia. Elbia ha comenzado a asistir a la escuela culinaria y aspira a ser chef algún día.

*Nombre cambiado para proteger el anonimato.

Ya que estoy aquí por fin me siento a salvo

Por Brenda

Tuve mi hija cuando tenía 18 años, y mi hijo cuando tenía 20 años.

El padre de mis hijos me aisló de la sociedad. Él no me dejaba tener amigos, y no me dejaba hablar con mi familia. Él me dijo que personas iba a poner ideas en mi cabeza y que ellos me iban a hacer pensar en una forma diferente de la forma correcta. Su forma de pensar.

Con los años la situación empeoró. Se puso más celoso y más controlador. 

A pesar de su tratamiento, yo siempre tenía el deseo de trabajar y continuar mis estudios. Me inscribí en la Universidad Autónoma de Honduras. Pero mi novio no me dejaba estudiar. Él dijo que no era bueno para mí – que la educación no tenía valor. Él me escondió mis libros y mi dinero para no ir a la universidad.

En una ocasión, él se puso muy celoso. Él escucho un rumor que yo tenía una relación con uno de sus compañeros de trabajo. Él apunto su pistola a mi cabeza – él siempre estaba armado – y me dijo que yo era una prostituta que ese momento iba a ser el último de mi vida. Ese momento fue horrible, horrible, horrible, horrible para mí.

No fue solamente un incidente. Eso fue mi vida con él.

Mi novio tenía mucha influencia en Honduras porque él viene de una familia que está involucrada con la policía y con el ejército. Una vez se puso muy celoso que me golpeo mi cara, me dejo mi ojo morado y mi nariz sangrando. Y me dijo, “Si llamas a la policía, tú sabes que no voy a estar encerrado. Tú sabes que voy a salir. Pero si lo haces no vas a sobrevivir.” Se burló de mí. Sentí miedo que no pude llamar a la policía. Me dije, no puedo seguir en esta situación.

Le dije a mi mamá que tenía que hacer algo. Tenía que irme. En ese momento, decidí que tenía que ir a los Estados Unidos. Entonces, le dije a mi novio, – “Voy a ir a los Estados Unidos, voy a aplicar para asilo y luego te puedo ayudar a venir también.” Pero eso no fue mi plan. Yo solamente dije eso para que él no me previniera, y para poder traer mis hijos.

Cuando llegué a la frontera, llegué a Hidalgo. Dije la verdad. Dije que quería protección porque estaba sufriendo de violencia doméstica en Honduras y que no podía continuar haya. Dije que no me sentía segura y sabía que me sentiría segura en Estados Unidos. Y ahora que estoy aquí, finalmente siento feliz.

Ahora que tengo asilo, siento que una puerta se abrió. Tengo muchos planes. Yo tengo un futuro, y tengo muchas metas. Mis hijos son muy felices en su escuela. Son adolescentes. Mi hija tenía 16 años y mi hijo tenía 13, y están felices aquí. Y yo también. Tengo un trabajo. Quiero seguir mejorado mi inglés y continuar mis estudios. Yo pienso que nunca es tarde para estudiar y prender.