Durante años, Lupita soportó brutales abusos físicos, sexuales y emocionales por parte de su esposo en El Salvador. El esposo de Lupita la trataba como si fuera su propiedad y era increíblemente controlador. Ella trató de dejarlo en múltiples ocasiones. Pero en cada una de ellas, su esposo la acosaba y hostigaba incesantemente, y la obligaba a volver con él. En El Salvador, la violencia doméstica se perpetra en gran medida con impunidad, y los recursos para mujeres como Lupita son escasos.

Mientras que su esposo siempre esperó que Lupita le fuera fiel, él la engañaba abiertamente. Como resultado de su infidelidad, se infectó con el VIH, el cual luego transmitió a Lupita. El tratamiento médico para personas con VIH positivo en El Salvador es deficiente en el mejor de los casos, y el VIH de Lupita avanzó hasta convertirse en SIDA. Hubo momentos en los que estuvo gravemente enferma.

Lupita solicitó asilo con la esperanza de poder comenzar su vida nuevamente en Estados Unidos, libre del abuso de su esposo. Tomó la decisión increíblemente difícil de dejar a sus hijas, sus nietas y su trabajo, sabiendo que si se quedaba en El Salvador, su vida correría peligro. Afortunadamente, la solicitud de asilo de Lupita fue otorgada, y ahora vive segura en San Francisco. Desde que se le concedió asilo, Lupita ha podido acceder a una buena atención médica y ahora vive una vida plena. Una activista de corazón, Lupita se ha sumergido en varios grupos comunitarios dedicados a promover los derechos de las mujeres trans y las personas que viven con VIH.